Hace aproximadamente un año que empezamos a perder el contacto. Un día empezamos a quedar menos, hasta que sin darnos cuenta no volvimos a quedar nunca más. Pero ayer nos encontramos
en su portal. Sin esperarlo, de manera casual. Yo iba hacia el trabajo tarde, con
prisas. Como siempre. Ella
llegaba en ese momento a su casa.
Yo saludé:
- Hola, ¡cuánto tiempo! - Noté como una sonrisa se dibujaba
en mi cara. Me gustó verla.
- Hola. - Contestó seca, rápido. Sin ganas.
- Tenemos que quedar un día y nos ponemos al día. - Dije. No podía pararme mucho tiempo a hablar, ya llegaba tarde al trabajo.
- Sí, sí. - Dijo ella. - Aunque últimamente estoy
muy liada. - Dijo a modo de excusa con la mirada clavada en el suelo. No me miró, ni siquiera se quitó
las gafas de sol. Se le notaba incomoda. Quería poner fin a la conversación y entrar en su casa cuanto antes.
Me sentí mal. Culpable. Siempre tuve la sensación de que nuestro distanciamiento
había sido por mi culpa. Quizás algo que dije. Quizás algún comentario
inadecuado o fuera de lugar. No lo sé. Siempre tuve el defecto de decir las
cosas tal y como las pienso y eso no sienta siempre bien. Sobre las personas tan
reservadas como ella.
Recordé un día. Estábamos tomando una cerveza en la terraza de siempre.
Ella acababa de empezar su actual relación. Me contó lo bien que había empezado
todo. Lo atento que era él con ella,
lo mucho que la cuidaba, lo que se preocupaba
por ella. Me contó que iba a buscarle al trabajo, la esperaba a la salida de
yoga. No podía pasar un segundo sin estar a su lado. Hacían muchos planes
juntos. Ellos dos solos. Sin nadie más. Yo le pregunté que si no le agobiaba
tener una relación tan absorbente. Además le comenté que el chico no me
gustaba. Había algo en él que no me causaba confianza. Su mirada, su forma de
ser. No lo sé. Esa posesión que ejercía sobre ella. Ella me contestó molesta:
- Tú que sabrás.
Ese día se fue a casa antes que de costumbre. Después de esa tarde apenas volvimos a vernos un par de veces más. Hasta ayer.
Según metía las llaves en la puerta, posé mi mano en su hombro. Le pedí
perdón:
- Si alguna vez he
dicho algo que te haya sentado mal, lo siento. En serio. Lamento haberme metido
en tu vida.
No se definir la expresión que puso. Asombro? no. Malestar? tampoco. Miedo? no, o quizás sí...
No lo sé. Tal vez una mezcla de todas ellas pero ninguna en concreto.
- No te preocupes. - Dijo ella zafándose de mi mano con un movimiento rápido - Está todo bien. Ya te llamo yo cuando tenga tiempo. - Sabía que
mentía, sabía que no me iba a llamar.
En ese momento sonó su teléfono, ella miró la pantalla y la vi desaparecer rápidamente tras la puerta de su casa mientras le susurraba al micrófono
del móvil:
- No hablaba con nadie. Ya subo.
Hace un par de horas le han detenido. Ha asumido el
crimen. Mientras lo esposaban declaró:
- Era mía o de
nadie. La maté por amor.
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